"BIENAVENTURADOS LOS DE LIMPIO CORAZÓN, PORQUE ELLOS VERÁN A DIOS".
Los judíos eran tan exigentes en lo relativo a la pureza
ceremonial que sus reglas resultaban insoportables. Los preocupaban tanto las
reglas, las restricciones y el temor de la contaminación externa que no
percibían la mancha que el egoísmo y la malicia dejan en el alma.
Jesús no menciona esta pureza ceremonial entre las condiciones para entrar en su reino; da énfasis a la pureza de corazón. La sabiduría que viene "de lo alto es primeramente pura". Sant. 3:17. En la ciudad de Dios no entrará nada que mancille.
Todos los que morarán en ella habrán llegado aquí a ser puros de corazón.
En el que vaya aprendiendo de Jesús se manifestará creciente repugnancia por los hábitos descuidados, el lenguaje vulgar y los pensamientos impuros.
Cuando Cristo viva en el corazón, habrá
limpieza y cultura en el pensamiento y en los modales.
Pero las palabras de Cristo: "Bienaventurados los de limpio corazón", tienen un significado mucho más profundo. No se refieren únicamente a los que son puros según el concepto del mundo, es decir, están exentos de sensualidad y concupiscencia, sino a los que son fieles en los pensamientos y motivos del alma, libres del orgullo y del amor propio; humildes, generosos y como niños. Solamente se puede apreciar aquello con que se tiene afinidad.
No podemos conocer
a Dios a menos
que aceptemos en nuestra propia vida el principio del amor desinteresado, que
es el principio fundamental de su carácter.
El corazón engañado por Satanás considera a Dios como un tirano implacable; las inclinaciones egoístas de la humanidad, y aun las de Satanás mismo, se atribuyen al Creador amante. "Pensabas -dijo él- que de cierto sería yo como 26 tú". Sus providencias se interpretan como expresión de una naturaleza despótico y vengativa.
Así también
ocurre con la Biblia, tesoro de las riquezas de su gracia. No se discierne la
gloria de sus verdades, que son tan altas como el cielo y abarcan la eternidad.
Para la mayoría de los hombres, Cristo mismo es "como raíz de tierra seca", y lo ven "sin atractivo para que le deseemos". Cuando Jesús estaba
entre los hombres, como revelación de Dios en la humanidad, los escribas y
fariseos le preguntaron: "¿No
decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?" Sal.
50:21; Isa. 53:2; Juan 8:48.
Aun sus mismos Discípulos estaban tan cegados por el
egoísmo de sus corazones que tardaron en comprender que había venido a
mostrarles el amor del Padre. Por eso Jesús vivió en la soledad en medio de los
hombres. Sólo en el cielo se lo comprendía plenamente.
Cuando Cristo venga en su gloria, los pecadores no podrán mirarlo. La luz de su presencia, que es vida para quienes lo aman, es muerte para los impíos. La esperanza de su venida es para ellos "una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego". Heb. 10:27.
Cuando aparezca, rogarán que se los
esconda de la vista de Aquel que murió para redimirlos.
Sin embargo, para los corazones que han sido
purificados por el Espíritu Santo al morar éste en ellos, todo queda cambiado.
Ellos pueden conocer a Dios. Moisés estaba oculto en la hendedura de la roca
cuando se le reveló la gloria del Señor; del mismo modo, tan sólo cuando
estamos escondidos en Cristo vemos el amor de Dios.
"El que ama la limpieza de
corazón, por la gracia de sus labios tendrá la amistad del rey". Prov.
22:1.
Por la fe lo contemplamos aquí y ahora. En las
experiencias diarias percibimos su bondad y compasión al manifestarse su
providencia. Lo reconocernos en el carácter de su Hijo. El Espíritu Santo abre
a la mente y al corazón la verdad acerca de Dios y de Aquel a quien envió.
Los de puro corazón ven a Dios en un aspecto nuevo y atractivo, como su Redentor; mientras disciernen la pureza y hermosura de su carácter, anhelan reflejar su imagen.
Para ellos es un Padre 27 que anhela abrazar a un hijo arrepentido; y sus corazones rebosan de alegría indecible y de gloria plena. Los de corazón puro perciben al Creador en las obras de su mano poderosa, en las obras de belleza que componen el universo.
En su Palabra escrita ven con mayor claridad aún la revelación de su misericordia, su bondad y su gracia. Las verdades escondidas a los sabios y los prudentes se revelan a los niños.
La hermosura y el encanto de la verdad que no disciernen
los sabios del mundo se presentan constantemente a quienes, movidos por un
espíritu sencillo como el de un niño, desean conocer y cumplir la voluntad de
Dios. Discernimos la verdad cuando llegamos a participar de la naturaleza
divina.
Los de limpio corazón viven como en la presencia de Dios durante los días que él les concede aquí en la tierra y lo verán cara a cara en el estado futuro e inmortal, así como Adán cuando andaba y hablaba con él en el Edén.
"Ahora
vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara'. 1Cor. 13:12.
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