
"BIENAVENTURADOS LOS QUE PADECEN PERSECUCIÓN POR CAUSA DE LA JUSTICIA,
PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS".
Jesús no ofrece a sus discípulos la
esperanza de obtener gloria y riquezas mundanales ni vivir sin tribulaciones. Les presenta el privilegio de andar con su Maestro por senderos
de abnegación y vituperio, porque el mundo no los conoce.
El que vino a redimir al mundo perdido
tuvo la oposición de las fuerzas unidas de los enemigos de Dios y del hombre. En una confederación despiadada,
los hombres y los ángeles malos se alinearon en orden de batalla contra el
Príncipe de paz.
Aunque la compasión divina se notaba en
cada una de sus palabras y acciones, su diferencia del mundo provocó una
hostilidad amarguísima. Porque no daba licencia a la manifestación de las malas
pasiones de nuestra naturaleza, excitó la más cruel oposición y enemistad.
Así será con todos los que vivan piadosamente en Cristo Jesús.
Entre la justicia y el pecado, el amor y el odio, 29
la verdad y el engaño, hay una lucha imposible de suprimir.
Cuando se presentan el amor de Cristo y la belleza de
su santidad, se le restan súbditos al reino de Satanás, y esto incita al
príncipe del mal a resistir. La persecución y el oprobio esperan a quienes
están dominados por el Espíritu de Cristo.
El carácter de la persecución cambia con el transcurso del tiempo, pero el principio
o espíritu fundamental es el mismo que dio muerte a los elegidos de Dios desde
los días de Abel.
Siempre que el hombre procure ponerse en armonía con
Dios, sabrá que la afrenta de la cruz no ha cesado. Principados, potestades y
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes, todos se alistan
contra los que consienten en obedecer la ley del cielo.
Por eso, en vez de producirles pesar, la persecución debe llenar de
alegría a los discípulos de Cristo; porque es prueba de que siguen los pasos de
su Maestro.
Aunque el Señor no prometió eximir a su pueblo de tribulación, le
prometió algo mucho mejor. Le dijo: "Como
tus días serán tus fuerzas". "Bástate mi gracia; porque mi poder se
perfecciona en la debilidad". Deut. 33:25; 2 Cor. 12:9.
Si somos llamados a entrar en el horno de fuego por amor de Jesús, él estará a nuestro lado, así como estuvo con los tres fieles en Babilonia. Los que aman a su Redentor se regocijarán por toda oportunidad de compartir con él la humillación y el oprobio.
El amor que sienten hacia su
Señor dulcifica el sufrimiento por su causa.
En todas las edades, Satanás persiguió a
los hijos de Dios. Los atormentó y
ocasionó su muerte; pero
al morir alcanzaron la victoria. En su fe constante
se reveló Uno que es más poderoso que Satanás. Este podía torturar y matar el cuerpo,
pero no podía tocar la vida escondida con Cristo en Dios. Podía encarcelar, pero no podía
aherrojar el espíritu.
Más allá de la lobreguez,
podían ver la gloria y decir: "Tengo por cierto que las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que
en nosotros ha de manifestarse". "Porque esta leve
tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno
peso de gloria"*Rom. 8:18; 2Cor. 4:17. 30
Por las pruebas y persecuciones se revela la gloria o carácter de Dios en sus elegidos.
La iglesia de Dios, perseguida y aborrecida por el mundo, se educa y se disciplina en la escuela de Cristo.
En la tierra, sus
miembros transitan por sendas estrechas y se purifican en el horno de la
aflicción.
Siguen a Cristo a través de conflictos penosos; se niegan a sí mismos y sufren ásperas desilusiones; pero los dolores que experimentan les enseñan la culpabilidad y la desgracia del pecado, al que miran con aborrecimiento. Siendo participantes de los padecimientos de Cristo, están destinados a compartir también su gloria.
En santa visión, el profeta vio el triunfo del pueblo de Dios. Dice: "Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia..., en pie sobre el mar de vidrio y con las arpas de Dios.
Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos".
"Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos". Apoc. 15:2,3; 7:14,15.
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