02. "Y
CUANDO ORES, NO SEAS COMO LOS HIPÓCRITAS". MT. 6:5-6.
Los fariseos tenían horas fijas para orar, y cuando, como sucedía a menudo, en el momento designado se encontraban ausentes de casa, fuese en la calle, en el mercado o entre las multitudes apresuradas, allí mismo se detenían y recitaban en alta voz sus oraciones formales.
Un culto tal, ofrecido
simplemente para glorificación del yo, mereció la reprensión más severa de
Jesús. Sin embargo, no desaprobó la oración pública; él
mismo oraba con sus discípulos, y en presencia de la multitud. Lo
que enseña es que la oración 73 acerca de la vida íntima
no debe hacerse en público. En la devoción secreta nuestras
oraciones no deben alcanzar sino el oído de Dios, que
siempre las escucha. Ningún oído curioso debe asumir el peso de tales
peticiones.
"Ora a tu Padre que está en secreto". En el nombre de Jesús podemos llegar a la presencia de Dios con la confianza de un niño. No hace falta que algún hombre nos sirva de mediador. Por medio de Jesús, podemos abrir nuestro corazón a Dios como a quien nos conoce y nos ama.
En el lugar secreto de oración, donde ningún ojo puede ver ni oído oír sino únicamente Dios, podemos expresar nuestros deseos y anhelos más íntimos al Padre de compasión infinita; y en la tranquilidad y el silencio del alma, esa voz que jamás deja de responder al clamor de la necesidad humana, hablará a nuestro corazón.
"El Señor es muy misericordioso y compasivo". *Santiago 5:11. Espera con amor infatigable para oír las confesiones de los desviados del buen camino y para aceptar su arrepentimiento.
Busca en nosotros alguna
expresión de gratitud, así como la madre busca una sonrisa de reconocimiento de
su niño amado. Quiere
que sepamos con cuánto fervor y
ternura se conmueve su corazón por nosotros.
Nos convida a
llevar nuestras pruebas a su
simpatía, nuestras penas a su amor, nuestras heridas a su poder curativo,
nuestra debilidad a su fuerza, nuestro vacío a su plenitud.
Jamás dejó frustrado al que se allegó a él. "Los
que miraron a él fueron alumbrados,
y sus
rostros no fueron avergonzados". *Salmo 34:5.
No será vana la petición de los que buscan a Dios en secreto, confiándole sus necesidades y pidiéndole ayuda. "Tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público".
Si nos asociamos diariamente con Cristo, sentiremos en nuestro derredor
los poderes de un mundo invisible; y mirando a Cristo, nos asemejaremos a él.
Contemplándolo, seremos 74 transformados.
Nuestro carácter se suavizará, se refinará
y ennoblecerá para el reino celestial.
El resultado seguro de nuestra comunión con Dios
será un aumento de piedad, pureza y celo.
Oraremos con inteligencia cada vez: mayor.
Estamos recibiendo una educación divina,
la cual se revela en una vida diligente y
fervorosa.
El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para pedir ayuda, apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos claros de la verdad y del deber, propósito elevados, así como sed y hambre insaciable de justicia.
Al mantenernos en relación con Dios, podremos
derramar sobre las personas que nos rodean la luz, la paz y la serenidad que imperan
en nuestro corazón. La
fuerza obtenida al orar a Dios, sumada a
los esfuerzos infatigables para acostumbrar la mente a ser más considerada y
atenta, nos prepara para los deberes diarios, y preserva la paz del
espíritu, bajo todas las circunstancias.
Si nos acercamos a Dios, él nos dará palabras para hablar, por él y para alabar su nombre.
Nos enseñará una melodía de la canción angelical, así como alabanzas de gratitud nuestro Padre celestial.
En todo acto de la
vida se revelarán
la luz y el amor del Salvador que mora en nosotros.
Las dificultades exteriores no pueden afectar la vida, se vive por la fe en el Hijo de Dios.
DMJ 72-74/EGW/MHP
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