Para evitar que la enfermedad se extienda por el cuerpo y destruya la vida, el hombre permite que se le ampute 55 hasta la mano derecha. Debería estar aún más dispuesto a renunciar a lo que pone en peligro la vida del alma. Las almas degradadas y esclavizadas por Satanás han de ser redimidas por el Evangelio para participar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios. El propósito de Dios no es únicamente librarnos del sufrimiento que es consecuencia inevitable del pecado, sino salvarnos del pecado mismo.
El alma corrompida y deformada debe ser limpiada y transformada para ser vestida, con "la luz de Jehová nuestro Dios". Debemos ser "hechos conformes a la imagen de su Hijo". "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman". * Salmo 90:17; Romanos 8:29, 1 Corintios 2:9. Sólo la eternidad podrá revelar el destino glorioso del hombre en quien se restaure la imagen de Dios.
Para que podamos
alcanzar este alto ideal, debe sacrificarse todo lo que le causa tropiezo al
alma. Por medio de la voluntad, el
pecado retiene su dominio sobre nosotros.
La rendición de la voluntad se representa como la extracción del ojo o
la amputación de la mano. A menudo nos
parece que entregar la voluntad a Dios es aceptar una vida contrahecha y coja;
pero es mejor, dice Cristo, que el yo esté contrahecho, herido y cojo, si por
este medio puede el individuo entrar en la vida. Lo que le parece desastre es la puerta de
entrada al beneficio supremo.
Dios es la fuente de la vida, y sólo podemos tener vida cuando estamos en comunión con él. Separados de Dios, podemos existir por corto tiempo, pero no poseemos la vida.
"La que se entrega a los placeres, viviendo está muerta". *1 Timoteo 5:6.
Únicamente cuando entregamos
nuestra voluntad a Dios, él puede impartirnos vida. Sólo al recibir su vida por la entrega del yo
es posible, dijo Jesús, que se venzan estos pecados ocultos que he señalado.
Podéis encerrarlos en el corazón y esconderlos a los ojos humanos, pero ¿Cómo
compareceréis ante la presencia de Dios?
Si os aferráis al yo
y rehusáis entregar la voluntad a Dios, elegís la muerte. Dondequiera que esté el pecado, Dios es para
él un fuego devorador. Si elegís el
pecado y rehusáis 56 separamos de él, la presencia de Dios que consume el
pecado también os consumirá a vosotros.
Requiere sacrificio
entregarnos a Dios, pero es sacrificio de lo inferior por lo superior, de lo
terreno por lo espiritual, de lo perecedero por lo eterno. No desea Dios que se anule nuestra voluntad,
porque solamente mediante su ejercicio podemos hacer lo que Dios quiere. Debernos entregar nuestra voluntad a él para
que podamos recibirla de vuelta purificada y refinada, y tan unida en simpatía
con el Ser divino que él pueda derramar, por nuestro medio los raudales de su
amor y su poder. Por amarga y dolorosa
que parezca esta entrega al corazón voluntarioso y extraviado, aun así nos
dice: "Mejor te es".
Hasta que Jacob no
cayó desvalido y sin fuerzas sobre el pecho del Ángel del pacto, no conoció la
victoria de la fe vencedora ni recibió el título de príncipe con Dios. Sólo cuando "cojeaba de su cadera" se detuvieron las huestes armadas
de Esaú, y el Faraón, heredero soberbio de un linaje real, se inclinó para
pedir su bendición. Así el autor de
nuestra salvación se hizo ""perfecto...
por ¡medio de los padecimientos". y los hijos de fe "sacaron fuerzas de debilidad" y "pusieron en fuga ejércitos
extranjeros". Así "los cojos arrebatarán presa",
el débil "será como David"
y "la casa de David como... el
ángel de Jehová". * Génesis 32:31; Hebreos 2:10 (VM); 11:34; Isaías 33:23;
Zacarias 12:8.
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