Entre los judíos se permitía que un hombre repudiase a
su mujer por las ofensas más insignificantes, y ella quedaba en libertad para
casarse otra vez. Esta costumbre era
causa de mucha desgracia y pecado. En el
Sermón del Monte, Jesús indicó claramente que el casamiento no podía
disolverse, excepto por infidelidad a los votos matrimoniales. "El que repudia a su mujer -dijo él-, a
no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con
la repudiada, comete adulterio".
Después, cuando los fariseos lo interrogaron acerca de
la legalidad del divorcio, Jesús dirigió la atención de sus 57 oyentes hacia a institución del matrimonio
conforme se ordenó en la creación del mundo. "Por la dureza de vuestro
corazón -dijo, él- Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres: más al
principio no fue así". Se refirió a
los días bienaventurados del Edén, cuando Dios declaró que todo "era bueno en gran manera".
Entonces tuvieron su origen dos instituciones gemelas, para la gloria de Dios y
en beneficio de la humanidad: el matrimonio y el sábado. Al unir Dios en
matrimonio las manos de la santa pareja diciendo:
"Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne", * Génesis 1:31; 2:24. dictó a ley del matrimonio para todos los hijos de Adán hasta el fin del tiempo. Lo que el mismo Padre eterno había considerado bueno era una ley que reportaba la más elevada bendición y progreso para los hombres.
Como todas las demás excelentes dádivas que Dios confió a la custodia de la humanidad, el matrimonio fue pervertido por el pecado; pero el propósito del Evangelio es restablecer su pureza, y hermosura.
Tanto en el Antiguo como en él Nuevo Testamento, se emplea el matrimonio para representar la unión tierna y sagrada que existe entre Cristo y su pueblo, los redimidos a quienes él adquirió al precio del Calvario. Dice: "No temas... porque tu marido tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado". "Convertíos, hijos rebelde , dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo". En el Cantar de los Cantares oímos decir a la voz de la novia: "Mi amado es mío, y yo suya". Y el "señalado entre diez mil" dice a su escogida: "Tú eres hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha".* Isaías 54:4, 5; Jeremías 3:14; Cantares 2:16; 5:10; 4:7.
Mucho después, Pablo, el apóstol, al escribir a los
cristianos de Éfeso, declara que el Señor constituyó al marido cabeza de la
mujer, como su protector y vínculo que une a los miembros de la familia, así
como Cristo es la cabeza de la iglesia y el Salvador del cuerpo místico. Por
eso dice: "Como la iglesia, está
sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se
entregó a sí 58 mismo por ella, para santificarla, habiéndole purificado en el
lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a si mismo, una
iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que
fuese santa y sin mancha. Así también
los maridos deben amar a sus mujeres". * Efesios 5:24-28
La gracia de Cristo, y sólo ella, puede hacer de esta
institución lo que Dios deseaba que fuese: un medio de beneficiar y elevar a la
humanidad. Así las familias de la
tierra, en su unidad, paz y amor, pueden representar a la familia de los
cielos.
Ahora, como en el tiempo de Cristo, la condición de la
sociedad merece un triste comentario, en contraste con el ideal del cielo para
esta relación sagrada. Sin embargo, aun
a los que encontraron amargura y desengaño donde habían esperado compañerismo y
gozo, el Evangelio de Cristo ofrece consuelo.
La paciencia y ternura que su Espíritu puede impartir endulzará la
suerte más amarga. El corazón en el cual
mora Cristo estará tan henchido, tan satisfecho de su amor que no se consumirá
con el deseo de atraer simpatía y atención a sí mismo. Si el alma se entrega a Dios, la sabiduría de
él puede llevar a cabo lo que la capacidad humana no logra hacer. Por la revelación de su gracia, los corazones
que eran antes indiferentes o se habían enemistado pueden unirse con vínculos
más fuertes y más duraderos que los de la tierra, los lazos de oro de un amor
que resistirá cualquier prueba.