08. "NO OS
AFANÉIS POR VUESTRA VIDA". MT. 6:25-32.
Quien
nos dio la vida sabe que nos hace falta el alimento para conservarla.
El que, creó el cuerpo no olvida nuestra
necesidad de ropa.
¿El que concedió la dádiva mayor no otorgará también lo
necesario para hacerla completa?
Jesús dirigió la atención de sus oyentes a las
aves que modulaban sus alegres
cantos, libres de congojas, porque, si bien "no
siembran, ni siegan", el gran Padre las provee de todo
lo necesario.
Luego
preguntó: "¿No valéis vosotros mucho más
que ellas?"
Las laderas de las
colinas y los campos estaban esmaltados de flores.
Señalándolos
en la frescura del rocío matinal,
Jesús dijo: "Considerad
los lirios del campo, cómo crecen".
La habilidad
humana puede copiar las formas
graciosas y elegantes de las plantas y las flores;
mas ¿qué
toque puede dar vida siquiera a una florecilla o a una 82 brizna de
hierba?
Cada flor que abre sus pétalos a
la vera del camino debe su existencia al mismo poder que
colocó los mundos y estrellas en el cielo. Por toda la creación se
siente palpitar la vida del gran corazón de Dios. Sus manos engalanan las
flores del campo con atavíos más primorosos que cuantos hayan ornado jamás a
los reyes terrenales.
"Y si la
hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la
viste así
¿no hará mucho
más a vosotros, hombres de poca fe?"
El que formó las flores y dio cantos a los
pajarillos dice: "Considerad los
lirios". "Mirad
las aves del cielo".
En la belleza de las cosas de la naturaleza podemos
aprender acerca de la sabiduría divina más de lo que saben los eruditos. En
los pétalos del lirio Dios escribió un mensaje para
nosotros, en un idioma que el corazón puede leer sólo cuando
desaprende las lecciones de desconfianza, egoísmo y congoja
corrosiva.
¿Por qué nos dio
él las aves canoras y las delicadas flores si
no por la superabundancia
del amor
paternal, para llenar de luz y alegría el sendero de nuestra vida?

Sin las flores y los pájaros tendríamos todo lo
necesario para vivir, pero Dios
no se contentó con facilitar únicamente lo que bastaba para mantener la
vida. Llenó la tierra,
el aire y el cielo con vislumbres de belleza para
expresarnos su amante solicitud por nosotros. La hermosura de todas las cosas creadas no
es nada más que un reflejo del esplendor de su gloria. Si para contribuir a nuestra
dicha y alegría prodigó tan infinita
belleza en las cosas naturales, ¿podemos dudar de que nos dará
toda bendición que necesitamos?
"Considerad
los lirios". Cada flor que abre sus
pétalos al sol obedece las mismas grandes leyes que rigen las estrella; y
¡cuán sencilla, dulce y hermosa es su vida! Por medio de las flores, Dios
quiere llamarnos la atención a la belleza del carácter cristiano. El
que dotó de tal belleza a las flores desea, muchísimo más, que el alma se vista
con la hermosura del carácter de Cristo.
"Considerad cómo crecen los lirios", dijo
Cristo; cómo, al brotar del suelo frío y oscuro, o
del fango en el cauce de un 83 río, las plantas se desarrollan bellas y
fragantes. ¿Quién imaginaría las posibilidades de belleza que se
esconden en el bulbo áspero y oscuro del lirio?
Pero
cuando la vida de Dios, oculta en su
interior, se desarrolla en respuesta a su llamamiento mediante la lluvia y el
sol, maravilla a los hombres por su visión de gracia y belleza.
Así
también se desarrollará la vida de Dios en toda alma humana que se
entregue al ministerio de su gracia, la que tan gratuitamente como la lluvia y
el sol llega con su bendición para todos.
Es la palabra de Dios la
que crea las flores; y la
misma palabra
producirá en
nosotros las gracias de su Espíritu.
La ley de Dios es una ley de amor. Él
nos rodeó de hermosura para enseñarnos que no estamos en la tierra únicamente
para mirar por nosotros mismos, para cavar y construir, para trabajar e hilar,
sino para hacer la vida esplendoroso, alegre y bella por el amor de
Cristo.
Así como las flores, hemos de alegrar otras vidas con, el
ministerio del amor.
Padres, dejad a vuestros hijos
que aprendan de las flores. Llevadlos al
jardín, a la huerta,
al campo, bajo
los árboles frondosos, y enseñadles a leer en la naturaleza el mensaje del
amor de Dios. Vinculad su recuerdo con
el espectáculo de los pájaros, las flores y los árboles.
Inducidlos a considerar en
cada cosa agradable y hermosa una expresión del amor que Dios siente por ellos.
Hacedles apreciar vuestra
religión por su índole agradable. Rija vuestros labios la ley de la
bondad.
Enseñad a
los niños la lección de que mediante el gran amor de Dios,
Su naturaleza puede
transformarse y ponerse en armonía con la suya.
Enseñadles que él quiere que
sus vidas tengan la hermosura y la gracia de las flores.
Mientras recogen las
flores fragantes, hacedles saber que quien las creó es más bello que
ellas.
Así los zarcillos de sus corazones se aferrarán
a él. El que es
"todo... codiciable" llegará a
ser para ellos un compañero constante y un amigo íntimo, y sus vidas se
transformarán a la imagen de su pureza. 84 DMJ/EGW/MHP