05. "NO OS HAGÁIS TESOROS EN LA TIERRA". MT. 6:19-21.
Los tesoros acumulados en la tierra no perduran: los ladrones entran y los roban; los arruinan
el orín y la polilla; el incendio Y la tempestad pueden barrer nuestros bienes.
Y "donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón".
Lo
que se atesora en el mundo absorberá la mente y excluirá aun las cosas del
cielo.
El
amor al dinero era la pasión
dominante en la época de los judíos. La mundanalidad usurpaba
en el alma el
lugar de Dios y de la religión. Así ocurre ahora.
La ambición avarienta de acumular riquezas tiene tal ensalmo sobre la vida, que termina por pervertir la nobleza y corromper toda consideración de los hombres para sus semejantes hasta ahogarlos en la perdición.
La
servidumbre bajo Satanás rebosa de cuidados,
perplejidades y trabajo agotador; los tesoros que los hombres acumular en la
tierra son tan sólo temporales.
Dijo
Jesús: "Haceos tesoros en el cielo, donde ni la
polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque dónde
esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón".
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La instrucción que dio fue: "Haceos tesoros en el cielo".
que sea verdaderamente nuestro. El tesoro acumulado en el cielo es imperecedero.
Ni el fuego ni la inundación pueden destruirlo, ni
ladrón
robarlo, ni polilla ni orín corromperlo, porque
Dios lo custodia.
A los discípulos de Cristo se los llama sus joyas,
su tesoro precioso y particular. Dice él: "Como
piedras de diadema serán enaltecidos en su tierra". "Haré más
precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre". *Efesios
1:18; Zacarías 9:16; Isaías 13:12.
Cristo, el gran centro de quien se desprende toda
gloria, considera a su pueblo purificado y
perfeccionado como la recompensa de todas sus aflicciones, su humillación y su
amor; lo estima como el complemento de su gloria. Se nos permite
unirnos con él en la gran obra de redención y participar con él de las riquezas
que ganó por las aflicciones y la muerte.
Tal es el tesoro por
el cual Cristo nos manda trabajar. El
carácter es la gran cosecha de la vida. Cada
palabra y acto que mediante la gracia de Cristo encienda en algún alma el
impulso de elevarse hacia el cielo, cada
esfuerzo que tienda a la formación de un carácter como el de
Cristo, equivale a acumular tesoros en los
cielos.
Donde esté el tesoro, allí
estará el corazón. Nos beneficiamos
con cada esfuerzo que ejercemos en pro de los
demás.
El que da de su dinero o de su trabajo para la difusión del Evangelio dedica su interés y sus oraciones a la obra y a las almas a las cuales alcanzará; sus afectos se dirigen hacia otros, y se ve estimulado para consagrarse más completamente a Dios, a fin de poder hacerles el mayor bien posible. 78
Esta muchedumbre, traída al puerto, de descanso como fruto de nuestros esfuerzos, depositará sus coronas a los pies de Jesús y lo alabarán por los siglos interminables de la eternidad.
¡Con
qué alegría verá el obrero de Cristo aquellos redimidos, participantes de la
gloria del Redentor!
¡Cuán precioso será el cielo para quienes hayan trabajado fielmente por la salvación de las almas!
"Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios". *Colosenses 3:1. DMJ/EGW/MHP
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