07. "PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES". MT. 6:12; LUC. 11:4.
Jesús enseña que podemos recibir el perdón de Dios solamente en la medida en que nosotros mismos perdonamos a los demás. El amor de Dios es lo que nos atrae a él.
Ese amor no puede afectar nuestros corazones sin despertar amor hacia nuestros hermanos. 97
Al terminar el Padrenuestro, añadió Jesús: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas".
El que no perdona suprime el único conducto por el cual puede recibir la misericordia de Dios.
No debemos pensar que, a menos que confiesen su culpa los que nos han hecho daño, tenemos razón para no perdonarlos. Sin duda, es su deber humillar sus corazones por el arrepentimiento y la confesión; Pero hemos de tener un espíritu compasivo hacia los que han pecado contra nosotros, confiesen o no sus faltas.
Así como esperamos que Dios nos perdone nuestras ofensas,
Debemos perdonar a todos los que nos han hecho mal.
PERO EL PERDÓN TIENE UN SIGNIFICADO MÁS ABARCANTE del que muchos suponen. Cuando Dios promete que "será amplio en perdonar", añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender:"Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos". *Isaías 55:7-9.
EL PERDÓN DE DIOS no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón.
David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí". También dijo: "Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones". *Salmo 51:10; 103:12.
Dios se dio a sí mismo en Cristo por nuestros pecados. Sufrió la muerte cruel de la cruz; llevó por nosotros el peso del pecado, "el justo por los injustos", para revelarnos su amor y atraernos hacia él. "Antes -dice- sed benignos 98 unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo". *1 Pedro 3:18; Efesios 4:32.
Dejad que more en vosotros Cristo, la Vida divina, y que por medio de vosotros revele el amor nacido en el cielo, el cual inspirará esperanza a los desesperados y traerá la paz de los cielos al corazón afligido por el pecado.
CUANDO
vamos a Dios, la primera condición que se nos
impone es que,
Un Requisito esencial para recibir e impartir el amor perdonador de Dios
es conocer ese amor que nos profesa y creer en él. *1 Juan 4:16.
Satanás obra mediante todo engaño a su alcance para que no discernamos ese amor.
Nos inducirá a pensar que nuestras faltas y transgresiones han sido tan graves
que el Señor no oirá nuestras oraciones y que no nos bendecirá ni nos salvará.
No podemos ver en nosotros mismos sino flaqueza, ni cosa alguna que nos recomiende a Dios. Satanás nos dice que todo esfuerzo es inútil y que no podemos remediar nuestros defectos de carácter.
Cuando tratemos de acercarnos a Dios, sugerirá el enemigo: De nada vale que ores; ¿acaso no hiciste esa maldad? ¿Acaso no has pecado contra Dios y contra tu propia conciencia?
Pero podemos
decir al enemigo que "la sangre de
Jesucristo... nos limpia de todo pecado".
Cuando sentimos que hemos pecado y no podemos orar, ése es el momento de orar.
Podemos estar avergonzados y profundamente humillados, pero debemos orar y creer. "Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero". *1 Juan 1:7; 1Timoteo 1:15.
El perdón, la reconciliación con Dios, no nos llegan como recompensa de nuestras obras, ni se otorgan por méritos de hombres pecaminosos, sino que son una dádiva que se nos concede a causa de la justicia inmaculada de Cristo.
No
debemos procurar reducir nuestra culpa hallándole
excusas al pecado.
"Si confesamos nuestros pecados", Dios "es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". ¡Verdad gloriosa!
Él es justo con su propia ley, y es a la vez el justificador de todos los que creen en Jesús.
"¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia". *1 Juan 1:9; Miqueas 7:18.
DMJ 96-99/EGW/MHP
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